Hablemos de fútbol mejor,
que Iniesta se merece el oro de balón,
que si no se lo dan me corto una mano, o mejor, me corto las dos
¡Por Dios!
Espíritu santo.
(Delafé y las flores azules.)
que Iniesta se merece el oro de balón,
que si no se lo dan me corto una mano, o mejor, me corto las dos
¡Por Dios!
Espíritu santo.
(Delafé y las flores azules.)
Antes de empezar a escribir, vaya por delante que siempre me he considerado (y me considero) antifutbol en el sentido más amplio de la expresión, si es que la expresión existe. En primer lugar, porque nunca he sabido (ni se) lo que es un fuera de juego, ni qué diferencia al arbitro de los jueces de linea, ni por qué un gol a veces no es gol. Y, en segundo lugar, antifutbol en cuanto a que, según lo veo yo, el FUTBOL me parece más un negocio movido por empresarios que un deporte movido por deportistas. Y hablo, conste, del FUTBOL, así con mayusculas, el que llena los grandes estadios y copa los prime time de las televisiones (el mismo por el que un día vas a ver tu programa favorito y dices "uy no, que hoy hay futbol"). Porque luego está el futbol, el de toda la vida, el de los equipos de primera que no pueden permitirse fichar a ningún galáctico (y ni falta que les hace), y los equipos de segunda, tercera, cuarta y quinta, que se dejan las rodillas en cada partido y luego se van a currar de lo suyo. Que me perdonen los entendidos pero, desde mi punto de vista totalmente profano en estas lides, este otro fútbol si que merece todo mi respeto y admiración. Yo también di saltos de alegría cuando el Alcorcón goleó de manera tan indecente al REAL MADRID que, que quereis que os diga, ahora mismo creo (y se que me crucificarán por ello, pero me da igual) que es la mayor agencia de modelos del país.
Pero bueno, a lo que iba. A pesar de todo esto, debo admitir que, después de pasar el domingo dos horas con el corazón en un puño para terminar entre los brazos de dos señores eufóricos a los que no conocía de nada; de ver la fuente del pueblo como si fuera la piscina municipal, y toda las calles aledañas hasta arriba de caras rojas y banderas españolas, con gente de todas las edades gritando eso de campeones campeones, oe oe oe; después de que ayer por televisión nos retransmitieran la vuelta de la selección a su casa, con un recibimiento que ya lo hubiera querido para él el Cid Campeador... En fin, después de todo este torrente de emociones y sentimientos más o menos patrióticos, he pensado que oye, que esto del fútbol no está tan mal, y que, sin duda alguna, con la que nos está cayendo encima, España llevaba tiempo mereciéndose que le pasara algo así.
Así que nada, aunque cuando empiece la Liga volveré a negarme a ver un partido (salvo si gana el Barça, lo siento por los blanquitos), de momento no me queda otra que decir aquello de campeones campeones oe oe oe... Y que dure muchos años.