12 de noviembre de 2006

Fanatismo callejero

A veces, la publicidad alcanza limites insospechados. Y si detrás de esa publicidad reside una inacabable pataleta, esos límites pueden rebasarse hasta el infinito y más allá. Hasta que llega un momento en que se llegan a poner en peligro las fronteras del respeto y la dignidad humana, de los presentes y, sobre todo, de los ausentes. Y todo con el único fin de acercar al ciudadano a la causa y asentar, más que remover, conciencias. Me explico.

Desde hace varios meses, viene celebrándose en mi ciudad una concentración (creo que coincide con cada día 11) en la que un grupo de españoles más españoles que Lázaro Carreter solicitan, ruegan, exigen a gritos, que se reconozca de una puta vez la implicación de ETA en los terribles atentados del 11-M. Y entonces, digo yo, querrán que a Zapatero se le caiga la cara de vergüenza, que haga las maletas, y le deje a Rajoy las llaves de la Moncloa encima del recibidor de la entrada. Por supuesto, todo ello con una nota que diga "Mariano, tío, siento muchísimo haberte arrebatado el mando a costa de víctimas inocentes. Espero que no te lo tomes a mal." Todo ello, como es lógico, partiendo desde el más absoluto respeto a la memoria de estos inocentes. Bien, uno no está de acuerdo con esas ideas, pero bueno, son sus ideas y habrá que dejarlos, que por lo menos mientras están concentrados no hacen botellón. O lo mismo sí, que más da.
El tema que más me preocupa de todo esto es, sin embargo, la utilización de las víctimas para este tipo, y para cualquier tipo, de fines. Y no hablo de los muertos como símbolo, sino como imagen publicitaria. Si querido lector, las víctimas como un eslogan, igual que una botella de Mistol. Porque resulta que, para la convocatoria de noviembre, estos salvadores de las dignidades nacionales han empapelado las calles con carteles en los que, sobre el fondo de la bandera española, y junto al día, la fecha, y el ferviente motivo del acto, aparece la foto de una de esta víctimas. Se trata de un hombre tendido en el suelo, junto a uno de los trenes, y sobre un charco de sangre. Así, tal cual. Y entonces, cuando la ves, te planteas el sentido de todo eso, si es que todavía le queda alguno. Y ahora, mientras escribo esto, pienso en la clase de respeto que le merecen a esos señores todas las personas que fallecieron en los atentados, y todas las que han fallecido en otros onceemes a lo largo del mundo y de la historia. Y pienso si el señor de la foto sería familia de alguno de los que van a la manifestación. Y cómo se puede pedir justicia violando de esa forma todas las leyes de la ética.

Hoy cuenta el periódico que en Irán han premiado a la mejor caricatura sobre el Holocausto judío en un concurso celebrado en respuesta a las caricaturas de Mahoma que pusieron al Islam en pie de guerra. Y nos echamos las manos a la cabeza pensando en lo radicales y fanáticos que son los árabes. Sinceramente, a mi empiezan a preocuparme más las muestras de fanatismo que nos encontramos pegadas con celo en las cabinas de teléfono y los árboles. Así que, aunque no sirva para nada, si te encuentras con un cartel de esos, o parecido, por las calles, asegúrate de que no mira nadie, y arráncalo. Por si acaso.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué razón tienes. Lo único que no me cuadra es tu nombre. Te podrían haber llamado José Luis. O Felipe. Pero ni mucho menos sino todo lo contrario.

Qué cruz.

Walt Rawley dijo...

Viniendo de usted lo tomaré como un cumplido Sr. Aquiles. De todas formas, por si sirve de algo, mi cumpleaños es el mismo dia que el de Felipe. Y eso que no creo en los horóscopos.