Nuestro primer encuentro fue más casual que otra cosa. Yo acababa de pasar una mala experiencia con el último finalista del premio Planeta, y buscaba algo que me hiciera volver a creer en la palabra escrita. Y algo que me demostrara que no es verdad que cualquiera puede escribir un libro. Así que busqué entre los estantes de la sección de libros, sin rumbo fijo, algo que me llamase la atención. Y así fue como cayó en mis manos El libro de las ilusiones, que me abrió las puertas al universo de Mr. Paul Auster. La historia prometía. Un director de cine mudo desaparecido; un profesor que, tras perder a su familia en un accidente aéreo, descubre una de sus películas; y una mujer con una mancha de nacimiento en la cara. Y sin embargo, era eso, pero también era mucho más. Un homenaje al cine mudo desde el corazón, un retrato de la soledad que queda tras la pérdida, una historia de amor, y una reflexión sobre el poder de las obras para sobrevivir (y hacer sobrevivir) a su creador. Todo ello contado de una forma que hipnotiza desde la primera línea, que te va llevando de la mano hasta una granja perdida en el desierto de Nuevo Méjico. En resumen, un gran libro. Como es lógico, me dejó con ganas de más, y unos meses más tarde, llegó mi segunda oportunidad.
Esta vez fue un regalo de cumpleaños. Mr. Vértigo. En esta ocasión, Auster revisa uno de los sueños más primitivos del ser humano: el deseo de volar. Así, nos cuenta la historia de un chaval huérfano (a quien este blog le debe el nombre de su autor) a quien un día le ofrecen la posibilidad de aprender a volar. Y esa es, precisamente, la magia del libro, que consigue despegarte del suelo durante unos instantes, para después devolverte a una realidad habitada por el kukux clan, un padre sin escrúpulos, y bandas de gángsters. Porque todo lo que sube, termina por bajar. Y cuando la inocencia da paso a la edad adulta, no hay quien sea capaz de mantener el vuelo. Al terminar de leerlo, se confirmaron mis sospechas, lo de El libro de las ilusiones no había sido casualidad. Estaba ante uno de los mejores escritores del siglo XX. Además, el final de este libro es, sencillamente, conmovedor.
Y, finalmente, fui hasta los orígenes de todo este universo de historias, un ensayo-autobiografía llamado La invención de la soledad. En este caso el viaje fue algo más tortuoso. Seguramente será porque era el primero, o porque no está escrito de forma convencional, pero aviso que para atreverse con este libro, hay que estar preparado. Y yo no lo estaba. Todo surge la noche que Auster recibe la noticia de la muerte de su padre, la cual abre la caja de Pandora de los recuerdos y desencadena una serie de reflexiones que bucean entre la elegía, el sentido de la paternidad, el peso de la memoria y, al fin y al cabo, la soledad del escritor. Sin embargo, uno de los principales atractivos del libro se convierte, quizás, en su mayor inconveniente. Porque, sobre todas las cosas, se trata de una de las obras más personales del autor y, por tanto, muchas veces resulta dificil sintonizar con ella. De todas formas, merece la pena dedicarle un tiempo, aunque sea tan sólo por ver como, a través de la historia de Pinocho, nos mete de lleno en la vivencia de tener un hijo.
En fin. Nos encontramos por casualidad, y ahora parece que nos hemos hecho inseparables. Cada libro suyo es una experiencia, y todavía estás a tiempo de vivirla.
Tienes que aprender a dejar de ser tú mismo. Ahí es donde empieza, y todo lo demás viene de ahí. Debes dejarte evaporar. Dejar que tus músculos se relajen, respirar hasta que sientes que tu alma sale de ti, y luego cerrar los ojos. Así es como se hace. El vacío dentro de tu cuerpo se vuelve más ligero que el aire que te rodea. Poco a poco, empiezas a pesar menos que nada. Cierra los ojos; extiendes los brazos; te dejas evaporar. Y luego, poco a poco, te elevas del suelo.
Así. (Mr. Vértigo, Paul Auster, 1994).
Esta vez fue un regalo de cumpleaños. Mr. Vértigo. En esta ocasión, Auster revisa uno de los sueños más primitivos del ser humano: el deseo de volar. Así, nos cuenta la historia de un chaval huérfano (a quien este blog le debe el nombre de su autor) a quien un día le ofrecen la posibilidad de aprender a volar. Y esa es, precisamente, la magia del libro, que consigue despegarte del suelo durante unos instantes, para después devolverte a una realidad habitada por el kukux clan, un padre sin escrúpulos, y bandas de gángsters. Porque todo lo que sube, termina por bajar. Y cuando la inocencia da paso a la edad adulta, no hay quien sea capaz de mantener el vuelo. Al terminar de leerlo, se confirmaron mis sospechas, lo de El libro de las ilusiones no había sido casualidad. Estaba ante uno de los mejores escritores del siglo XX. Además, el final de este libro es, sencillamente, conmovedor.
Y, finalmente, fui hasta los orígenes de todo este universo de historias, un ensayo-autobiografía llamado La invención de la soledad. En este caso el viaje fue algo más tortuoso. Seguramente será porque era el primero, o porque no está escrito de forma convencional, pero aviso que para atreverse con este libro, hay que estar preparado. Y yo no lo estaba. Todo surge la noche que Auster recibe la noticia de la muerte de su padre, la cual abre la caja de Pandora de los recuerdos y desencadena una serie de reflexiones que bucean entre la elegía, el sentido de la paternidad, el peso de la memoria y, al fin y al cabo, la soledad del escritor. Sin embargo, uno de los principales atractivos del libro se convierte, quizás, en su mayor inconveniente. Porque, sobre todas las cosas, se trata de una de las obras más personales del autor y, por tanto, muchas veces resulta dificil sintonizar con ella. De todas formas, merece la pena dedicarle un tiempo, aunque sea tan sólo por ver como, a través de la historia de Pinocho, nos mete de lleno en la vivencia de tener un hijo.
En fin. Nos encontramos por casualidad, y ahora parece que nos hemos hecho inseparables. Cada libro suyo es una experiencia, y todavía estás a tiempo de vivirla.
Tienes que aprender a dejar de ser tú mismo. Ahí es donde empieza, y todo lo demás viene de ahí. Debes dejarte evaporar. Dejar que tus músculos se relajen, respirar hasta que sientes que tu alma sale de ti, y luego cerrar los ojos. Así es como se hace. El vacío dentro de tu cuerpo se vuelve más ligero que el aire que te rodea. Poco a poco, empiezas a pesar menos que nada. Cierra los ojos; extiendes los brazos; te dejas evaporar. Y luego, poco a poco, te elevas del suelo.
Así. (Mr. Vértigo, Paul Auster, 1994).
3 comentarios:
un gran libro, mr vertigo, tb me pilló en una época extraña, y secundo que para leer a auster, uno tiene que olvidarse de sí mismo y sumergirse en la historia. Él hará el resto.
Me alegra saber que no soy el único que piensa asi,o al menos que se atreve a contarlo :)
Al final me lo compraré, ya que aquel a quien se lo regalé nunca pudo prestármelo. De hecho me compré Leviatán hace un par de meses, pero todavía no lo he leído.
Te recomiendo "Creía que mi padre era Dios", coordinado (que no escrito) por Auster. Delicioso.
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