17 de octubre de 2009

Entre todas las mujeres

Te levantas a las seis de la mañana, preparas el desayuno, y dejas medio listo el almuerzo. Tu marido se fue a las cinco, así que esto es todo para ti.
A las siete menos cuarto, tarde como siempre, los niños aparecen en la cocina, el mayor sin peinar, desayunan en dos minutos, y se van a terminar de arreglar las mochilas mientras tu le echas un ultimo vistazo a la comida, apagas el fuego, y los tres salís pitando hacia el coche.
Media hora de atasco, llegais al colegio, un beso a cada uno, portaos bien, comeros el bocadillo, y corriendo al trabajo. Llevas dos horas levantada y te da la sensación de que todavía no has parado de correr.

Las dos y media de la tarde. Se termina tu jornada de trabajo, y vuelves a salir pitando al colegio a por los niños, que como llegues tarde la pequeña se pone a llorar. Los recoges y te tragas otra media hora de atasco de vuelta a casa, mientras te cuentan como les ha ido su día, y te recuerdan cada cinco minutos que tienen hambre. Llegais finalmente a casa, las tres y media. Calientas el almuerzo en el microondas y comeis los tres. A las cuatro llega tu marido, muerto de cansancio, el pobre, desde las seis de la mañana trabajando, asi que te quedas con él, por hacerle compañía y que no coma solo. Y porque es uno de los ratitos que teneis para estar juntos. Friegas los platos y, a las cinco en punto, tienes otra vez a los niños esperando en la puerta. Actividades extraescolares les llaman. Que ganas de que se hagan mayores ya. Dejas al mayor en natación y a la pequeña en ballet, que ha empezado este año y no se puede perder una clase. Si un día no puede ir, se pone a llorar. Si la mañana no ha sido muy dura, tu marido se ofrece a recogerlos, una hora después, así que tú puedes volver a casa a descansar un rato, o a terminar de recoger la cocina y limpiar un poco las habitaciones, que la verdad, no sabes como pueden coger tantísimo polvo.

Sea como sea, a las seis y media están otra vez en casa. Les das la merienda, si no se la han comido por el camino, y os poneis a hacer los deberes. Si es que las cosa que les enseñan ahora no hay quien las entienda por Dios. Menos mal que tu marido es bueno con las manualidades, y al menos puede ayudarles en plástica y tecnología. Pero el resto es cosa tuya, porque él, pobre, no pudo estudiar y se tuvo que poner a trabajar desde muy joven, asi que la mitad de las cosas como que no. Acabais a las ocho y media, y empezais con las duchas y la cena. Que si mi hermano me ha empujado, que si yo me ducho primero, que si esto no me gusta... No puedes más. Intentas poner orden y cenar tranquilos, por favor, por una vez en vuestra vida hacedme ese favor. A las nueve y media tu marido ya esta en la cama, que mañana tiene otra vez turno de mañana, por lo que de nuevo te toca a ti recoger la cocina y acostar a los niños. Les das un beso de buenas noches, cuatro esquinitas tiene mi cama, y a dormir.

Por fin, tienes un momento de tranquilidad en todo el día, asi que aprovechas y te tumbas un rato en el sofa a ver la tele, así te entra el sueño antes.

Haciendo zapping te encuentras con un programa del corazón. Belén Esteban se autoproclama princesa del pueblo, mejor madre del mundo, y modelo a seguir para todas las mujeres, así en general.

Te gustaría responderle, aquí te quisiera ver yo, piensas. Pero el sueño te vence, y terminas quedándote dormida, como siempre, con el mando a distancia en la mano.

2 comentarios:

Julio C. Ortega dijo...

Por eso mismo yo no quiero ni oír hablar de hijos.

Walt Rawley dijo...

Ni yo quiero oir hablar de la Esteban.