Estimado lector,
Tengo el placer de comunicarte que hoy ha venido a visitarnos, nada más y nada menos, el señor Günter Grass, Premio Nobel de Literatura de 1999. He de confesarte que ha sido una visita imprevista, pero que al final ha resultado productiva. Hace escasas horas el amigo Teniente Colombo me invitó a continuar una cadena en la que debias cojer un libro, seleccionar un párrafo determinado de una determinada página, y escribirlo tal cual. Me negué a seguir la cadena, pero me pudo la curiosidad y busqué el susodicho párrafo en el libro que tenía más a mano, El Tambor de Hojalata. Y al leerlo decidí que, supersticiones aparte, merecía ser publicado. Te pongo en situación: Oscar recibió a los tres años un tambor de hojalata del que no se separaría jamás, y que se convierte en su forma de comunicarse con el mundo. Corren tiempos difíciles en Europa, el nazismo empieza a tomar forma. Y en una de las reuniones del partido, Oscar se esconde con su tambor debajo de la tribuna principal, desde donde consigue subyugar a la plaza entera, o casi, a ritmo de vals.
Y al espiar por el agujero del nudo hacia afuera, sin por ello dejar de tocar mi tambor con entusiasmo, pude apreciar que el pueblo gozaba con mi vals, brincaba alegremente, se le subía por las piernas: había ya nueve parejas, y una más, bailando, aparejadas por el rey del vals. Sólo Löbsack, que, rodeado de altos jefes y jefes de secciones de asalto, de Forster, Greiser y Rausching, y con una larga cola parda de elementos del estado mayor, hervía entre la multitud, y ante el cual la callejuela frente a la tribuna amenazaba con cerrarse, sólo a él parecía no gustarle, inexplicablemente, mi ritmo de vals. Estaba acostumbrado, en efecto, a que se le promoviera hacia la tribuna al son de alguna marcha rectilínea, y hete aquí que ahora unos sonidos insinuantes venían a quitarle su fe en el pueblo.
Tengo el placer de comunicarte que hoy ha venido a visitarnos, nada más y nada menos, el señor Günter Grass, Premio Nobel de Literatura de 1999. He de confesarte que ha sido una visita imprevista, pero que al final ha resultado productiva. Hace escasas horas el amigo Teniente Colombo me invitó a continuar una cadena en la que debias cojer un libro, seleccionar un párrafo determinado de una determinada página, y escribirlo tal cual. Me negué a seguir la cadena, pero me pudo la curiosidad y busqué el susodicho párrafo en el libro que tenía más a mano, El Tambor de Hojalata. Y al leerlo decidí que, supersticiones aparte, merecía ser publicado. Te pongo en situación: Oscar recibió a los tres años un tambor de hojalata del que no se separaría jamás, y que se convierte en su forma de comunicarse con el mundo. Corren tiempos difíciles en Europa, el nazismo empieza a tomar forma. Y en una de las reuniones del partido, Oscar se esconde con su tambor debajo de la tribuna principal, desde donde consigue subyugar a la plaza entera, o casi, a ritmo de vals.
Y al espiar por el agujero del nudo hacia afuera, sin por ello dejar de tocar mi tambor con entusiasmo, pude apreciar que el pueblo gozaba con mi vals, brincaba alegremente, se le subía por las piernas: había ya nueve parejas, y una más, bailando, aparejadas por el rey del vals. Sólo Löbsack, que, rodeado de altos jefes y jefes de secciones de asalto, de Forster, Greiser y Rausching, y con una larga cola parda de elementos del estado mayor, hervía entre la multitud, y ante el cual la callejuela frente a la tribuna amenazaba con cerrarse, sólo a él parecía no gustarle, inexplicablemente, mi ritmo de vals. Estaba acostumbrado, en efecto, a que se le promoviera hacia la tribuna al son de alguna marcha rectilínea, y hete aquí que ahora unos sonidos insinuantes venían a quitarle su fe en el pueblo.
5 comentarios:
La gracia está en no saber que libro es, que te pique la curiosidad y le preguntes al autor del blog.
A ver si adivinas el mío :p
Pues mira, asi te ahorro trabajo, ¿no?
Nota mental: no mandar más cadenas al güalt rauli.
A ver si adivináis el mío.
Una curiosidad: por aquí a Günter Grass no se le tiene mucho aprecio.
No he leído nada de él, yo no opino.
Es cierto compañera que al parecer ultimamente se le ha relacionado con los nazis más de lo que el quisiera, ¿no? Pero bueno, mejor quedarnos con la obra y dejar a un lado a la persona que la escribe.
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